sábado, 31 de enero de 2015

Futurismo tatuado

00:19

Una de las sensaciones más recurridas en el cine, en las últimas décadas, es la de la falsedad de la existencia humana.
Finales como "todo ha sido un sueño", "déjà vu", o incluso que el protagonista de turno reconozca por varias señales que no vive en una realidad tal y como la conoce (tales como el Show de Truman o aquella con Swarzeneger y los clones).

Me pregunto a que viene tanto escepticismo ante la única realidad que conocemos y sabemos como verdad. ¿Será por eso que el ser humano continuamente duda de sí mismo (por suerte o podríamos seguir tirando a algunos por el filo del mundo plano) y eso le hace avanzar o retroceder?

Me pregunto si realmente nada nos cuadra de una manera interna. Es decir, como creo que ya escribí en una entrada anterior: si una persona que sólo ha vivido tristezas, se siente triste, ¿qué es lo que le mueve a tal sentimiento si siempre ha vivido bajo los mismos márgenes y los ha aceptado como único real?
Me pregunto si es por eso que las religiones, una tras otras, tratan de explicar el miedo horrible que sentimos a la muerte, pero en la inmensa mayoría de ellas, imaginan otro mundo no reconocible por nuestros sentidos actuales, en el que se perpetúa lo que llamamos "espíritu" y de ese modo no desaparecemos. Otro mundo que no conocemos, pero que consideran cierto.

Quien sabe si el ser humano, habiendo perdido toda posibilidad de instinto  animal primario (excepto en casos de extrema necesidad), ha desarrollado a modo de Japón en cien años, una superpotencia imaginativa para poder salir de nosotros mismos, de nuestra realidad y mantener la cabeza ante todo lo que aún, como especie, no estamos preparados para entender.
Quien sabe si somos el producto de un 1984 no tan ficticio, y nuestra confusión es lo que nos lleva a no preguntar más de la cuenta y continuar luchando por motivos más o menos interesantes para el individuo.

O igual nos estamos divirtiendo, dejando señales dentro de una caja enterrada bajo un árbol, con un montón de teorías sobre la existencia, para que la desentierren futuros humanos y nos investiguen de manera tan burlona como lo hacemos destripando las teorías ancestrales sobre lo que vemos y sentimos.

Y bajo todo, una sola condición, y algo indiscutible: sea la tierra poliforme o tamaño folio, hayan seres extraterrestres que nos investigan o estemos aislados en la inmensidad hasta donde la conocemos, sea que somos los parásitos de una historia creada por nosotros y quizá solo somos el "the sims" de unas entidades que juguetean a su antojo con la app de moda "The Earth", lo único que podemos dar como real como verdadero y tangible es vivir.

De ahí, quiero creer, la importancia del respeto a cada individuo. Porque no sabemos nada, y en cualquier momento el juego puede acabar.

O reiniciarse.

00:40




viernes, 30 de enero de 2015

Mensaje en una botella


01:23

Así como empiezan muchos cuentos: érase una vez una vez una historia en la que todos comían perdices.

Érase una vez, un futuro, en el que todos podíamos ejercer nuestro derecho de estudio, trabajo casa (ojo, se intentó con los 30 m2 de "casa").
Érase una vez, un pasado en el que se nos inculcó el orgullo de ser las generaciones que albergáramos las esperanzas de los que se habían sentido frustrados no muchos años más atrás, por un régimen dictatorial, y en los recuerdos acoplados de muchos resuena la frase: "me hubiera encantado en tu día".

Quizá parezca un párrafo de lo más desalentador, pero todo lo contrario.

Tampoco voy a hacer una propaganda a Podemos ni a ningún partido político o no (lo de mencionar algo como política, lo dejo para el momento en el que la representación del pueblo real sea lo que actúe como tal en el poder de manera corroborada).
Lo que trato de imaginar, es una teoría física básica: si durante un tiempo incontrolado introducimos gases inflamables en una botella y le ponemos un tapón, quizá quede cerrado. Pero si progresivamente le damos fuego a la botella por fuera, y de manera prolongada, quizá al principio no muestre ningún cambio pero, en cuanto lo haga y se vean fisuras en su superficie, comenzará a dar pequeñas muestras explosivas, si el gas interior tuvo la suerte de salir corriendo del homenaje fallero, o ser partícipe de una explosión aún mayor, si  no hay más tutía.

A donde quiero llegar es a esa sensación. Y de vaciar. De reiniciar y de no necesitar el tapón.

Érase una vez la historia de una botella que viajaba con un mensaje dentro, y se llenaba y se vaciaba, y el mensaje se empapaba y se secaba. Pero no le hacía falta tapón, no tenía porque esconder nada, porque reprimirse, porque ahogar ganas de reír, llorar o ser.

Hay personas que, por suerte, nos enseñan que la botella no está ni medio vacía, ni medio llena, simplemente está. Y cada cual con sus líquidos y sus vacíos. Pero cada vez abundan menos, cada vez son más los que se emborrachan en bar ajeno y dejan la nota interior manchada de escupitajos, que la marea siguiente habrá de limpiar.

Hay días en que, como en el cuento de Alicia, la botella se vuelve pequeña, y en otras ocasiones, grande. Y tiene propiedades mágicas: puede salir un genio, hacerte volar y cumplir tus sueños. Y, cuando miras al fondo de la botella, puede que sólo veas un espejo (y o estabas soñando o dándole a los psicotrópicos) y te veas reflejado.

Puede que tu botella seas tú, tu mensaje pirata, tu naufrago en el mar. Y el pirata que la lanza.

Bébete y léete. Y encuentra la X en los mapas perdidos.

01:44

jueves, 29 de enero de 2015

Llámate Meiga

00:58

La intuición. La prostituta de las intenciones intencionadas del hombre.
El futuro punki de los anquilosados en una realidad no tan deseable.
La enfermedad que nos recorre hasta hacernos plantearnos "¿qué ocurre?"

Probemos por cuantos años queremos callar nuestro sentido del magnetismo, de rodearnos de cuanto vemos y conectar con el espacio-tiempo. ¿Cuántas personas conocemos que a los muchos años (no por edad si no por el grado de vejez que sienten en sí) dicen: me encantaría haber sido, haber hecho, haber intentado... o todo lo contrario, o en contra de?

Es como comprar un reloj sumergible y no meterlo al agua por miedo a que se rompa. Somos células permeables con lo que constituye nuestro entorno, simplemente por formar parte  del mismo inicio científico  o creerlo así ("creer es poder", dicen algunos), y sirva para lo que sirva, el  caso es que podemos  sentir si algo conecta o no conecta.

Y si no conecta ¿cuánto se ha de esperar?. Si la razón entra en conflicto continuo con la intuición y no con el corazón ¿podría venir un dibujante a meterlo entre unas viñetas para darle algún tipo de secuencia futura o un desenlace?

Si la intuición es una parte de nosotros desarrollable, tal como el cálculo matemático, la sintaxis, la comprensión verbal y no verbal, el sarcasmo, la imagen, ¿por qué no estudiar sobre su desarrollo para fines positivos?

Uno sabe cuando lucha contra lo que no debe, pese a que lo haga por motivos muy dignos o mucho menos dignos (allá va la teoría de los puntos de vista) y, sin embargo, seguimos dándonos cuenta de que algo no va bien o algo, contra todo pronóstico, va muy bien.

Si nunca has sentido la felicidad verdadera, pero sabes que te falta algo cuando no la sientes y sí la reconoces en el resto de individuos cercanos (cámbiese felicidad por X a elegir por cada cual) ¿sabes lo que ocurre? que se siente una gran tristeza o una gran X por lo que no conocemos, al menos de modo consciente, pero nuestra intuición dice que está ahí.

La búsqueda puede ser algo agotador, pero merece la pena dormir con tranquilidad.



Sit vis nobiscum. (Que la fuerza te acompañe)

01:15 ( y 4 minutos de reflexión silenciosa)


miércoles, 28 de enero de 2015

Y todo tan LLeno de Nada

00:17

Cuando uno no lo sabe pero en la nada está el todo. Cuando no saber en que pensar significa pensar. Cuando la mente se abre lo suficiente para acallar a la pequeña o gran espiral de pensamientos inconexos con el  vórtice en los nervios.

Porque, en ocasiones, no hacer nada es hacerlo todo. Tomar el tiempo de no dar vueltas a los minutos, y dejarlos pasar, imitando a cualquier objeto que coge polvo en una mesita de una manera "inertemente" complicada, porque la física nos dice que está en continua fuerza con su entorno, y con el universo. Como nosotros.

Perderse en ningún lugar. Abstraerse de la película para ver el reflejo de dos miradas en el brillo de la pantalla.

Olvidar que se está escuchando y ser conscientes, por un momento de nuestra respiración como algo maravilloso completamente olvidado y "despensado".

Darse cuenta de que la historia también la escriben los silencios, de que la música no existe sin espacios en ausencia, tal y como lo bueno no existe sin lo malo, el color sin la falta de él.
Volver al estado primigenio de inconsciencia y dejarse llevar hasta el provocado mareo, que asociamos con nuestra lenta respiración no habituada, en lugar de dejarnos pensar que estábamos en otro lugar, en uno que también nos pertenece. El de la nada, el de dejarse llevar.

Salir de sí y entrar en sí, o en otros. Y dejarse volar. Dejarse reír sin motivo, dejarse saltar sin pensar en la cama arrugada, dejarse comer sin pensar en la estética, dejarse tumbar sin necesidad de sentirse culpable por no hacer.

Nuestro hábito y nuestra ley de la rapidez ciudadana nos ha llevado a pensar que el tiempo no aprovechado es aquel que se pasa sin "enriquecerse" a nivel educativo o bajo cualquier tipo de acción o hobby. Y la culpabilidad no nos deja tomarnos tiempo.

No nos deja recuperarnos tras relaciones de cualquier ámbito, no nos deja llorarnos, reírnos. En palabras de un buen amigo: "disfruta la tristeza, así como lo haces con la alegría, ya que sólo así vas a entender quien eres. Porque todo eso eres tú".
Y así, disfruta el silencio y la nada, y el "perderlo", como lo haces con el "ganarlo".

Una melodía maravillosa. Gracias por no escuchar.

00:37 (hoy tocan -1)

martes, 27 de enero de 2015

Cuéntame un cuento de oro

23:57

En un lugar recóndito, lleno de arena hasta donde la longitud de los brazos de mil hombres alcanzará, se alzaba en la antigüedad una gran ciudad árabe cuyo nombre se perdió con el viento que movía las dunas.
El reino era próspero y lleno de riquezas y como tal, había unos cuantos muy ricos  y unos muchos muy pobres. Y el equilibrio se sostenía como lo ha hecho desde el principio de los tiempos de la mercadería.

Estaba un hombre paseando por esta hermosa ciudad, colmada de colores, bellos palacios y grandes paseos, cuando  miró a su bolsillo vacío apenado pensó: "de seguir así un día más, tendré que roer la pintura de esos altos muros para poder sobrevivir, ¡cómo seré de pobre que ni turbante tengo ni puedo hacer por no rasgar mis últimas ropas para tal fin!".

Y estaba en estas, sintiéndose derrotado, cuando un hombre vestido de bien se le acercó y le dijo:
-Buen hombre, estaba observándole y me gustaría ofrecerle una de las dos pertenencias más importantes para mí, y que llevo en este instante: mi turbante o mi bolsa con unas pocas monedas de oro. No tema, es un ofrecimiento sincero. Sólo ha de tomar una decisión.
-¡Gracias oh Alá! - repetía el pobre hombre - pero, ¿cómo haré para resolver tan difícil problema? Si eligiera el turbante ¿no quedaría igualmente en la pobreza aunque reservado de este difícil sol?
-Pues elija usted el dinero, y vaya a comprar un turbante con él, hay las justas monedas para que pueda hacerlo- dijo el otro.
-Pero si así lo hiciera, no quedaría pobre como al principio pero con un turbante, como en la otra opción. Cierto que sería nuevo pero mi prioridad sería comer...
-¿Entonces, que decidirá? Elija, que el tiempo apremia.

El hombre pobre tomo un minuto para sí, miró su cuerpo, su alrededor y de pronto dijo:

-Esta bien, decido quedarme con el turbante.

El hombre rico le miró anonadado y le dijo:

-¿Por qué lo ha hecho, no sería mejor coger el dinero y comprar algo que llevarse al gaznate?

-Mire señor, si cogiera su dinero quizá podría comer hoy, quizá tendría un día más de satisfacción en mi lengua y algo menos de vacío en mi estómago. Pero si cogiera el turbante, me aseguraría de no tener más calor, de no morir por lo que el humano no puede controlar como es el sol que nos manda nuestro dios. Si hace falta, comeré el musgo de los muros. El dinero va y viene, pero sol solo existe uno.

Y así el pobre continuó sus días bajo el sol demoledor, rodeado de arena, buscando comida entre miles de lugares, pero usó su turbante bajo el sol como sombrilla, bajo las estrellas como capa, bajo la arena como pañuelo, y bajo su memoria como la mejor de las elecciones que jamás se supo hacer.

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(Sin herir sensibilidades, que cada cual extraiga su sentido)

00:18

lunes, 26 de enero de 2015

Nos llega la corbata al cuello

00:06

Antes que nada, me siento conforme con escribir a las 00:06 ya que responde a una teoría por la que vengo luchando desde que era bien pequeña al no entender el sentido de las horas: el día comienza cuando uno se levanta y termina cuando uno se duerme.
Es evidente que para poder coordinarnos todos a nivel social ha sido importante delimitar las horas en un cuadradito de tiempo u otro pero, como decía ayer, humanos somos y todo lo inventamos y, en la república independiente de mi hogar (gracias Ikea por el anuncio vírico) cada uno lleva las horas conforme a su libertad.

Y de libertades anda el tema.

Será porque más a menudo de lo que me gustaría andamos todos con el tema de conseguir o no empleo entre manos, o porque casi cada día nos cruzamos con miles de personas que llevan un disfraz u otro, pero tengo la impresión de estar rodeada de un gran teatro constante con unos cuantos coordinadores de atrezzo muy eficientes.

Minuto número 1 de una entrevista laboral: escaner al tipo de ropa que lleva el individuo que toca, ya que eso será el 60% de la entrevista (de ahí lo de "dime como vistes y te diré quien eres")
Minuto número 2 de los niños saliendo de una escuela de corte privado o semi-concertado: adiós corbatas, babis, gomas de pelo molestas, y la era de la libertad de las medias medio caídas da comienzo.
Minuto número 3 de los adultos saliendo de la inmensa mayoría de sus trabajos: llegada a casa, abrir el armario, ponerse ropa "real" y salir a la calle. (Menos los que directamente atacan al cajón del pijama).

Y comienzo a pensar... ¿será que la realidad que vivimos cuando estamos trabajando (la escuela es un trabajo, sin duda) tiene que relacionarse, por fuerza, con ser otro "yo"?
¿Qué ocurriría si cada uno de nosotros se presentara a una entrevista laboral "au naturel"?

Veamos, comprendo la utilidad y la necesidad del uso de ciertos uniformes, ya sea porque distingan empleos ligados con la sociedad o porque evitan que la persona sufra algún tipo de daño. Medio puedo comprender la necesidad de corporativizar a un empleado dentro de un establecimiento para que los compradores o visitantes tengan una referencia a la hora de buscar información (siempre y cuando no se convierta en algo excesivo porque, de verdad, que hay pobres dependientas que parecen árboles de navidad; y lo de la peineta de los Cienmontaditos es para darle quehacer a Almodovar). Pero no termino de entender, en trabajos que no requieran cara al público, ni pertenezcan a una empresa que quiera dar una imagen determinada, ni a la hora de hacer una primera toma de contacto qué utilidad real tiene el disfrazarse.

Y sí, hablo de disfrazarse porque no deja de ser vestirse de algo que no somos para conseguir suplantar una actitud, personaje, etc.
¿No sería más útil para las empresas eliminar este protocolo arcaico y entender que, cuanto antes conozcan al empleado antes saben si es apto para continuar en el puesto?
¿No sería una gran ventaja para todas aquellas personas que pierden seguridad ante momentos como ese o inclusive en sus puestos de empleo?
¿Se perdería la gracia de ser uno mismo al margen del trabajo, o bien naturalizaríamos la situación, dejaríamos de verlo como "algo mejor o peor en lo que invertir horas para ganar dinero" y nos sentiríamos más cómodos con nuestra labor?
¿Por qué educarnos desde la infancia a someternos a una voluntad social tan absurda como poco práctica, para conseguir objetivos determinados?

Si le damos la vuelta varias veces a la tortilla, veremos que hasta la desnudez tiene un cierto tipo de ámbitos y sanciones: dormir con ropa o no (depende de lo que vayamos a hacer), llevar o no ropa interior, y hasta acudir a un espacio público como nuestras señoras madres nos dieron a luz.
Es decir, escándalo público es considerado que un ser humano decida desnudarse en un espacio considerado "público" (aunque cada vez quedan menos), o que uno se tumbe a disfrutar en plena naturaleza del sol en sus pieles; pero escándalo público no es vestirse de quien no somos para conseguir fines determinados en un escenario social, ya sea educación, trabajo o lugar de fiesta puntual.

En plena era de lo "eco", lo "bio" y lo natural, quizá podamos mirarnos un poco y entrar en la época de lo "yo verdadero". Y seguramente, nos encontraríamos a nosotros mismos con más facilidad.

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domingo, 25 de enero de 2015

Hormonas somos y en humanos nos convertiremos.

23:05

A lo largo de los siglos, parece que el ser humano se pasa más tiempo del que quizá debería en muchas ocasiones, intentando adivinar porqué se enamora o porqué de uno y no otro individuo.
Personalmente, me parece bastante cómico leer obras de teatro antiguas donde el enamoramiento era poco más que una enfermedad que se apoderaba del rico de turno (porque los pobres eran demasiado animales para sentir algo noblemente relatable allá por el medievo, claro) y le hacía padecer en cama durante días y días. Además, graciosamente estos personajes responden a un prototipo de enamorado que, si más de un "super-hombre" masculino de estos que aún quedan lo viera ahora, se tiraría de la primera torreta que encontrara.
De igual modo, de lo que me gustaría escribir, es de las vueltas y vueltas que generacionalmente se le ha dado al tremendo asunto del padecer emocional, hasta llegar a "Gataka", donde aparece un sabio científico en su bata del siglo XX-XXI, y dice: "el amor es sólo la manera hormonal que tiene la especie de perpetuarse y asegurarse su supervivencia por atracción".

Veamos, por una parte se comprende la necesidad de darle una explicación científica a lo que se relaciona al ser humano como ser biológico, pero no olvidemos que durante mucho tiempo las teorías no dejan de ser si no tales, hasta que salen de un laboratorio y se les pone un sello de aprobado.
Por otra parte, los mismos científicos, reconocen las virtudes de muchas otras teorías (tales como cultivar el espíritu personal, la autoestima o la risa), para dar explicación a las subidas y bajadas en nuestras propias constantes vitales y enfermedades.

No trato de esconder detrás de todo esto un discurso espiritual, enfocado a sentirme rodeada entre cojines de Hello Kitty (lo que sería bastante traumático) y pretender que el enamorarnos surge de un flechazo, un niño en pañales que dispara corazones, un designio divino... Nada de eso. Trato de generar una reflexión acerca de  por qué cada cual considera que se siente o se ha sentido enamorado.

Ahora hagamos una cosa. Sentémonos ahora mismo un minuto (cuidado los que estén por la calle leyendo esto), cerremos los ojos y pensemos en lo que nos ha hecho involucrarnos sentimentalmente.

En las tribus indígenas, se especula con la idea del hombre poderoso, es decir, la idea de que históricamente, las mujeres llevan impresa en su adn la información que determina quien puede ser un máximo exponente, y por tanto llevar su material genético adelante. Y así surgió el amor.
Para algunas filosofías orientales, responde a la necesidad de reconectar con nuestro plano espiritual a través de la interconexión individual entre indivíduos, ya sea en pareja o en grupo, teniendo que ver el sexo o no en todo el proceso.
Para muchas sociedades, responde al cariño que surge del roce de un matrimonio concertado del que no queda otra que resignarse y aceptar y, en muchos casos, de la convivencia y el conocimiento aparece el amor.
Y parece que para  la mayor parte del occidente actual, responde a una baticao de fábulas, sensaciones místicas, intereses, orgasmos o llegar a un sentimiento de felicidad constante vinculada a otro.

Entonces, ¿cómo todas estas diferentes versiones pueden deberse única y exclusivamente a un proceso hormonal redirigido por el instinto de supervivencia? Sobretodo si tenemos en cuenta que nos pasamos la vida, a través de conflictos y guerras, intentando lograr todo lo contrario.
¿Y qué ocurre con los homosexuales y transexuales dentro de toda esa teoría hormonada?

Así que, y como consideración objetiva, cada cual conecte con sus intenciones, su ser más animal o más espiritual y crea que el amor y la elección de su pareja, tenga que ver con el proceso o combinación de varios, que más le levante la sonrisa.

Que las teorías son teorías y, al fin y al cabo, todo lo que hacemos es creación del ser humano, y como tal, inventado por nosotros.

23:26

sábado, 24 de enero de 2015

Impotente, de apellido.

17:50

Y uno se levanta cada mañana, como si nada hubiera pasado.

Los días tienden a trascurrir entre minutos buenos y agradables, y otros no tan azucarados, pero el fin (o más bien el principio) de cada uno de todos esos días suele ser el mismo: ya fue. Sí, ya fue, ya pasó, haciendo alegoría de la plácida frase que muchos solíamos escuchar de pequeños "mañana será otro día". Para lo bueno y para lo malo.

Viendo el documental "Ciutat morta", gracias a que mi compañero de vida me enseña estas instructivas cosas y me ayuda a reflexionar,  me he quedado con una sensación de vacío, de globo que explota dentro de la escayola y deja la marca de la batalla dentro. Y es que no sólo se trata de un documental basado en hechos reales, cercanos (Barcelona en concreto) y que pudieran sucedernos a todos, en cualquier momento en el que topáramos con la injusticia "legal" (eso si ya no lo hemos hecho), si no que es un fragmento representativo de una realidad más que evidente que ha crecido de manera virulenta en lo que llamamos nuestra sociedad: la pérdida del sentido humano.

¿Qué sentido tiene llamar sociedad a un grupo de personas que comparten un espacio pero no se sienten vinculadas de una manera realmente sensitiva ni empática entre sí?
Supongo que el mismo que llamar Iglesia a un edificio cuando, inicialmente, describía al grupo de personas que se reunían para disfrutar de su fe en comunidad. Y tergiversando de este modo las cosas, continuamos construyendo nuestras relaciones sociales.

Y la realidad no es que me haya parecido que este documental sólo tenga que ver con llegar a la fibra sensible de nuestro parecer acerca de la policía, los jueces y la ley urbana, si no que es un grito ahogado, un "basta ya" al comportamiento inhumano que sólo puede ser producto de un humano.

Esto es algo que no responde a grandes casos como el contado de manera impactante en el docu, si no a nuestro día a día más próximo.

¿Cuántos de vosotros aceptáis, por miedo al despido, los constantes vapuleos en vuestros puestos de trabajo sin poder demostrar en modo alguno un delito por "bullying"? ¿cuántos habéis sufrido, en modo más o menos traumático, el acoso verbal o físico de otro ser humano desde que os llega la razón en vuestra memoria hasta hoy? ¿cuánto estamos dispuestos a ceder de aquello que nos hace ser seres para ser... exactamente qué?

Pero al final, admitimos que la vida es así. Que la diferencia entre cazadores y recolectores, existe desde la prehistoria. Que las luchas son necesarias para la regulación de la especie. Que cualquier otra versión que queramos tolerar para alejar la realidad de nosotros.

Me gustaría pensar que cada uno tenemos un reclamo personal, un silbato que impulsamos con lo que nos queda de aliento sanguíneo para chillarle a la irracionalidad que no tiene ningún poder en nuestros actos. Pero cada día se me hace más cierta la frase "ni todos somos tan buenos, ni tan malos", y bajo esta premisa, me veo (y como a mí, a otros), justificando actos delictivos no por ser legalmente dañinos si no por ser un atentado contra la raza humana como individuo social. Y nos veo diciendo "tendrá sus motivos", "estará pasando por un mal momento", "quizá está descargando su ira, pobre".

En palabras del padre de una vieja amiga: "si lo que quieres es cuidar de deficientes mentales hazte enfermera". Esta frase surgió cuando la segunda amiga, en cuestión, le contaba al padre de la primera como se sentía con su pareja de entonces, el cual la maltrataba psicológicamente a diario.
Detrás de este fuerte comentario, sólo hay un zumo que extraer: ¿qué estás haciendo exactamente, y por qué lo soportas?.

Pero seguimos en ello, lo echamos a un lado de la cuneta, pasamos la bola a otros, dejamos injusticias sin resolución porque nadie somos quien para juzgar a nadie.

Pero igual si somos quien para reflexionar, para no depender del castigo de los padres, deidades o invenciones para portarnos de determinada manera con el resto de integrantes del suelo que pisamos. Porque si bien no vamos a conseguir que nuestra actitud sea "lluvia a gusto de todos", por lo menos evitemos defecar sobre la nieve y dársela a mirar a los demás.

Y uno se levanta cada mañana, como si nada hubiera pasado.

18:14. (4 de plus)

viernes, 23 de enero de 2015

Polipersona multifacética

16:28

Echando la vista atrás, más o menos cuando uno empieza a recibir el tercer grado de preguntas del tipo "¿y tú que quieres ser de mayor?", son pocos los que pueden decir "lo hice, sabía desde entonces que era mi camino, y lo hice". Igual suena muy Hollywoodiense el pensar en alcanzar ciertas metas de una manera tan lineal y organizada en la vida, pero lo cierto es que a más de uno y a más de dos nos queda la huella del fracaso por no haber cumplido los Grandes (así con G bien resultona) objetivos para los que estábamos supuestamente destinados.

Otra cosa a tener en cuenta es que cuando uno va creciendo, crece con él la cantidad de variables a tener en cuenta para lograr según que objetivos, y ya no depende de que la Barbie lleve un vestido de papel o de tela, o de que se haga tarde para hacer los deberes por estar distraído con los amigos jugando, si no que entran en juego otra serie de cosas ligadas a la sociedad "de los mayores" que nos van poniendo trabas que, mientras éramos pequeñas personas, no teníamos en cuenta para formar nuestra identidad.

Sea como sea, el caso es que algunos variamos de camino, y otros pueden poner la bandera de EEUU en su cuarto, sacar el dedo al mundo por la ventana y poner un cartel que diga "¿Os lo dije o no os lo dije?"

Sin embargo, a mí siempre me queda una segunda duda, que no tiene que ver con todo lo anterior, y que, de camino a la treintena, he decidido ponerla encima de una mesa y preguntarme acerca de ello: las personas polifacéticas.

El ser polifacético (además de quedar estupendamente entre las habilidades de nuestros CV), tiene una pinta muy agradable y perfumada, y otra despintada y peyorativa.

Es decir, el ser (como individuo) polifacético, puede ser aquella persona que con dotes o no para todo aquello que le recorre las conexiones neuronales o se le ocurre por las mañanas, mientras se mira al espejo trastornado puro, siente una necesidad de seguir varios caminos de vida, de hacer muchas cosas diversas (a veces incompatibles en tiempo, lugar y presupuesto) y las intenta poner en práctica.

Hasta aquí, todo bien. ¿Pero qué ocurre cuando la polifacética personalidad de uno le da la apariencia de inconstante o él mismo es incapaz de centrarse?

Además de todo el batallón de excusas que nos ponemos para terminar o no terminar muchos de nuestros propósitos (hace poco escuche "¡¿pues de que se van a alimentar los gimnasios?! ¡de los que se matriculan y luego no van!"), creo que hay un grupo importante de gente que busca recursos aquí y allá, por los motivos que sean que muevan su compleja vida, y se convierten en personas que están en movimiento cerebral constante y con una vida la mar de ajetreada.

Ahora bien, ¿qué pasa con la frustración cuando se llevan a cabo tantas cosas y muchas de ellas quedan sin finalizar?
A ver si me explico... Si uno empieza un puzzle de 100 piezas, se puede frustrar si por el camino lo abandona y se dedica al Tangram, deshaciendo así todas sus promesas personales. ¿Pero y si la propuesta de uno tiene que ver con empezar 4 puzzles de 25 piezas? ¿Debería frustrarse por decidir no terminarlos todos?

Después de darle vueltas y vueltas (mareos, yoga y música de por medio, para conectar con el Chi o que venga cualquier deidad y me explique en que consiste la especie humana), yo he llegado a una conclusión, como siempre digo, personal: si bien ser polifacético tiene una desventaja clara a la hora de focalizarse en un objetivo a terminar, creo que tiene la ventaja del aventurero, de seguir queriendo experimentar, de no llegar "al fin de nuestros días" (voz en off apocalíptica) con la sensación de no haber intentado saber si el camino era por ahí.
Incluso puede responder a la necesidad de no creer que hay un sólo camino, una ruta, un sendero de baldosas amarillas, si no que uno no es uno, si no se ve así mismo reflejado en todos aquellos caminos y camina entre universos paralelos, configurando así todas las caras de su cubo de Rubick individual.

Así que, aunque haga falta mucho esfuerzo y ánimo para llevar a cabo muchas de nuestras locas ideas de pez, les deseo una gran sonrisa desde varias perspectivas para todos aquellos que han decidido que el camino lo componen como quieran.

Y arriba las navajas suizas.

16:49

jueves, 22 de enero de 2015

Espíritu "Vintage"

19:00

Sea donde sea que te encuentres de Europa, en los últimos dos años, parece que ha habido un movimiento a buena escala de conmemoración y utilización de lo "Vintage". Esto unido a que estamos en pleno siglo XXI, donde los niños nacen con tablet y los padres organizan sus bioritmos a través de la app de turno del Store de cualquier sistema, no parece que acabe de cuadrar del todo. Así que, después de intentar sacar el tema con amigos, entre cerveza y cerveza, y viendo que se acaba antes la cerveza que sale una resolución al aire, me he propuesto reflexionar un poco sobre el sentido que tiene que, justamente ahora, recuperemos el Vintage.

Por una parte, en la wikipedia se llama "Vintage" (vendimia) a los objetos o accesorios con "cierta edad", que no pueden catalogarse como antigüedades pero que, como los buenos vinos, se considera que se han revalorizado con el paso del tiempo.

Por otro, los articulistas de Lonely planet, tienen todo un artículo dedicado a enseñarnos como ser el perfecto viajero "Vintage" y en él, se nos anima a buscar cabinas de teléfono, enfocar bien y tomar el tiempo para hacer las fotos e incluso a preguntar a la gente para llegar a algún lugar.

Con lo que, implicitamente, una persona puede tener el orgullo de ser un objeto "vintage" y puede incluso "hasta preguntar" como medida "viejuna" y en barrica, con sabor a madera y roble, y no como algo más que normal que podamos hacer en cualquier lugar.
(Ahora sí, antes de terminar por raparme la cabeza, voy a dejar de estirarme de los pelos por aquello de que suficientemente cardado es de por él).

¿Entonces qué nos queda como opinión del porque del "Vintage" a estas alturas del patio histórico?

Pues esto es sólo una mera opinión pero, para mi gusto, en primer lugar es un movimiento de moda como cualquier otro y, dada la progresión cíclica de los últimos años, es normal que hayamos llegado a los años 50, 30, 20, que recuperemos las Polaroid, y que bailemos Swing, por las calles. Supongo que no sólo responde al hecho de que en retrospectiva y sepia "cualquier tiempo pasado nos parece mejor" (de una manera mentalmente saludable el ser humano tiene que ir eliminando información y llegamos a esto), si no a que tiene su lógica que nos atraiga otra época y cuanto más atrás en el tiempo, mejor. Lo que me extraña es que no hayamos llegado a la época romana aún. Aunque, habrá que darnos tiempo...

Y en segundo lugar, y creo que me parece el enfoque más natural, las generaciones que hemos comido a cuchara de madera pura el desarrollo tecnológico, que hemos visto aparecer por primera vez un Spectrum, la comida congelada, Internet, los DVD, los USB, las cámaras digitales, etc. ¿No es normal que tengamos un poco de vértigo y la necesidad de retomar un camino en el que nos sentíamos que hacíamos las cosas con nuestras manos y con placer?

Hace poco, un par de amigas que ahora llamaría "Vintage" me dijeron que se habían armado de cosas miles con pinta de pueblito español, y se habían ido a vivir con su cabra la una, y con su huerto la otra. Curiosamente, ambas son de la misma generación.

Igual lo que nos ocurre no es que queramos imitar una época próspera anterior, sino que sentimos que necesitamos reconectar con lo que nos hace humanos y nos permite crear.

19:28 (¡me pasé!)


miércoles, 21 de enero de 2015

20 minutos y 1

00:15

Hace unos días, paseaba con la pareja de una amiga entre distraída y atenta (por cierto, no te molestes cuando llegues a leerlo) y se le ocurrió la idea de meterme el "bicho" en el cuerpo y decir sin más ni más: "para escribir lo único que hay que hacer es ponerse veinte minutos al día, eso sí, cada día". Y aquí estoy yo, cambiándole de bombilla a las horas para ver si no me quedé miope del todo y aún consigo escribir.

Lo único que no terminaba de convencerme era aquello de los veinte minutos...

Quiero decir, reuniendo todas las propuestas de año nuevo, los propósitos que uno, legañudo puro, se hace cada mañana, las lineas escritas en el "diario de mis días para sorprenderme" que empieza a linea minúscula y acaba en letras enormes de cansancio, las tres o cuatro propuestas más que le comunica uno a amigos, familiares, pareja... ¿qué nos queda? pues una antipatía por uno mismo por no poder cumplir a tiempo y en las inviables fechas o tiempos que nos proponemos todo aquel inventario de ideas al estilo Makro. Y por ello, me propuse dejar las torturas a un lado, el auto-castigo, el auto-invento y otros autos, porque ni tengo carnet de conducir, ni lo veo útil por ahora, y dedicarle 21 minutos al día (1 arriba, 1 abajo).

Y parece mentira, pero es increíble lo que un minuto de desahogo, puede llegar a proporcionar.
Evidenciando el millar de cosas que nuestro cuerpo ya hace de manera automática y que, en la enseñanza se prevé que hacen falta unos 30 minutos para que el estudiante se centre en la labor de atender, un minuto supone respirar, tener una calada más, un sorbo más de café, agotar un bolígrafo, tantear con la lengua un beso o terminar sin agobios un texto.

(¿O ateniéndose de nuevo a otra norma?)

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