viernes, 30 de enero de 2015

Mensaje en una botella


01:23

Así como empiezan muchos cuentos: érase una vez una vez una historia en la que todos comían perdices.

Érase una vez, un futuro, en el que todos podíamos ejercer nuestro derecho de estudio, trabajo casa (ojo, se intentó con los 30 m2 de "casa").
Érase una vez, un pasado en el que se nos inculcó el orgullo de ser las generaciones que albergáramos las esperanzas de los que se habían sentido frustrados no muchos años más atrás, por un régimen dictatorial, y en los recuerdos acoplados de muchos resuena la frase: "me hubiera encantado en tu día".

Quizá parezca un párrafo de lo más desalentador, pero todo lo contrario.

Tampoco voy a hacer una propaganda a Podemos ni a ningún partido político o no (lo de mencionar algo como política, lo dejo para el momento en el que la representación del pueblo real sea lo que actúe como tal en el poder de manera corroborada).
Lo que trato de imaginar, es una teoría física básica: si durante un tiempo incontrolado introducimos gases inflamables en una botella y le ponemos un tapón, quizá quede cerrado. Pero si progresivamente le damos fuego a la botella por fuera, y de manera prolongada, quizá al principio no muestre ningún cambio pero, en cuanto lo haga y se vean fisuras en su superficie, comenzará a dar pequeñas muestras explosivas, si el gas interior tuvo la suerte de salir corriendo del homenaje fallero, o ser partícipe de una explosión aún mayor, si  no hay más tutía.

A donde quiero llegar es a esa sensación. Y de vaciar. De reiniciar y de no necesitar el tapón.

Érase una vez la historia de una botella que viajaba con un mensaje dentro, y se llenaba y se vaciaba, y el mensaje se empapaba y se secaba. Pero no le hacía falta tapón, no tenía porque esconder nada, porque reprimirse, porque ahogar ganas de reír, llorar o ser.

Hay personas que, por suerte, nos enseñan que la botella no está ni medio vacía, ni medio llena, simplemente está. Y cada cual con sus líquidos y sus vacíos. Pero cada vez abundan menos, cada vez son más los que se emborrachan en bar ajeno y dejan la nota interior manchada de escupitajos, que la marea siguiente habrá de limpiar.

Hay días en que, como en el cuento de Alicia, la botella se vuelve pequeña, y en otras ocasiones, grande. Y tiene propiedades mágicas: puede salir un genio, hacerte volar y cumplir tus sueños. Y, cuando miras al fondo de la botella, puede que sólo veas un espejo (y o estabas soñando o dándole a los psicotrópicos) y te veas reflejado.

Puede que tu botella seas tú, tu mensaje pirata, tu naufrago en el mar. Y el pirata que la lanza.

Bébete y léete. Y encuentra la X en los mapas perdidos.

01:44

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