sábado, 24 de enero de 2015

Impotente, de apellido.

17:50

Y uno se levanta cada mañana, como si nada hubiera pasado.

Los días tienden a trascurrir entre minutos buenos y agradables, y otros no tan azucarados, pero el fin (o más bien el principio) de cada uno de todos esos días suele ser el mismo: ya fue. Sí, ya fue, ya pasó, haciendo alegoría de la plácida frase que muchos solíamos escuchar de pequeños "mañana será otro día". Para lo bueno y para lo malo.

Viendo el documental "Ciutat morta", gracias a que mi compañero de vida me enseña estas instructivas cosas y me ayuda a reflexionar,  me he quedado con una sensación de vacío, de globo que explota dentro de la escayola y deja la marca de la batalla dentro. Y es que no sólo se trata de un documental basado en hechos reales, cercanos (Barcelona en concreto) y que pudieran sucedernos a todos, en cualquier momento en el que topáramos con la injusticia "legal" (eso si ya no lo hemos hecho), si no que es un fragmento representativo de una realidad más que evidente que ha crecido de manera virulenta en lo que llamamos nuestra sociedad: la pérdida del sentido humano.

¿Qué sentido tiene llamar sociedad a un grupo de personas que comparten un espacio pero no se sienten vinculadas de una manera realmente sensitiva ni empática entre sí?
Supongo que el mismo que llamar Iglesia a un edificio cuando, inicialmente, describía al grupo de personas que se reunían para disfrutar de su fe en comunidad. Y tergiversando de este modo las cosas, continuamos construyendo nuestras relaciones sociales.

Y la realidad no es que me haya parecido que este documental sólo tenga que ver con llegar a la fibra sensible de nuestro parecer acerca de la policía, los jueces y la ley urbana, si no que es un grito ahogado, un "basta ya" al comportamiento inhumano que sólo puede ser producto de un humano.

Esto es algo que no responde a grandes casos como el contado de manera impactante en el docu, si no a nuestro día a día más próximo.

¿Cuántos de vosotros aceptáis, por miedo al despido, los constantes vapuleos en vuestros puestos de trabajo sin poder demostrar en modo alguno un delito por "bullying"? ¿cuántos habéis sufrido, en modo más o menos traumático, el acoso verbal o físico de otro ser humano desde que os llega la razón en vuestra memoria hasta hoy? ¿cuánto estamos dispuestos a ceder de aquello que nos hace ser seres para ser... exactamente qué?

Pero al final, admitimos que la vida es así. Que la diferencia entre cazadores y recolectores, existe desde la prehistoria. Que las luchas son necesarias para la regulación de la especie. Que cualquier otra versión que queramos tolerar para alejar la realidad de nosotros.

Me gustaría pensar que cada uno tenemos un reclamo personal, un silbato que impulsamos con lo que nos queda de aliento sanguíneo para chillarle a la irracionalidad que no tiene ningún poder en nuestros actos. Pero cada día se me hace más cierta la frase "ni todos somos tan buenos, ni tan malos", y bajo esta premisa, me veo (y como a mí, a otros), justificando actos delictivos no por ser legalmente dañinos si no por ser un atentado contra la raza humana como individuo social. Y nos veo diciendo "tendrá sus motivos", "estará pasando por un mal momento", "quizá está descargando su ira, pobre".

En palabras del padre de una vieja amiga: "si lo que quieres es cuidar de deficientes mentales hazte enfermera". Esta frase surgió cuando la segunda amiga, en cuestión, le contaba al padre de la primera como se sentía con su pareja de entonces, el cual la maltrataba psicológicamente a diario.
Detrás de este fuerte comentario, sólo hay un zumo que extraer: ¿qué estás haciendo exactamente, y por qué lo soportas?.

Pero seguimos en ello, lo echamos a un lado de la cuneta, pasamos la bola a otros, dejamos injusticias sin resolución porque nadie somos quien para juzgar a nadie.

Pero igual si somos quien para reflexionar, para no depender del castigo de los padres, deidades o invenciones para portarnos de determinada manera con el resto de integrantes del suelo que pisamos. Porque si bien no vamos a conseguir que nuestra actitud sea "lluvia a gusto de todos", por lo menos evitemos defecar sobre la nieve y dársela a mirar a los demás.

Y uno se levanta cada mañana, como si nada hubiera pasado.

18:14. (4 de plus)

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