miércoles, 11 de febrero de 2015

Tan reloj y tan poco tiempo

02:50

Lo relativo del tiempo.
Por qué sesenta segundos pueden tener valores tan diferentes.

Se me ocurren, por suerte, varios momentos, mínimos instantes, en que el valor de un segundo trascendía a mås de una hora, a días, incluso a la parálisis más absoluta de la esfera temporal. Y en ellos, desaparece nuestra concepción de todo.

Somos carne, sangre, vísceras e ideas, pero también somos tiempo.
Minuteros que trazamos para cuadrar las calles de nuestra actividad. El muro que vemos desde el desayuno al siguiente, y lo saltamos rebeldes y con gusto, de cuando en cuando.

Hace poco, tuve la suerte de entrar en contacto con personas cuyo "defecto" era un tipo de dislexia: la espacio-temporal. En ella, los indivíduos pierden la noción absoluta del valor del tiempo, y podrían estar horas mirando al gotelé, creyendo haber estado un micro-momento, y viceversa.
Así, a vote pronto, parece una gran desventaja y, sin embargo, me parece fascinante la capacidad innata de estas personas para no adaptarse a un patrón primitivo. ¿Y si son la evolución hacia una especie menos preocupada por las reglas? ¿Y si tienen el don de la abstracción mås absoluta y entran en contacto con sus "yo" paralelos?

O quizá simplemente, la genetica nos observa de cuando en cuando y se da el respiro pertinente a tantos años de esfuerzo adaptativo a los entornos no naturales que vamos creåndonos para vivir.

Sea como sea, valoremos los pequeños instantes y las largas horas "perdidas",  porque de ellos, sea en un reloj o en una mente distraída, dependerá nuestra vida.
E incluso lo que se sabrá de nosotros.

En otro tiempo futuro.

3:11

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